Dicha novedad consta de una actualización más ambiciosa y más completa que sus versiones anteriores. Guillermo Gómez, CEO de Consultoría Sustentable G2H, expresó a Surtidores Latam que esto representa “un giro importante en la manera en que México entiende y gestiona sus compromisos climáticos”.
Para quienes no están familiarizados con el concepto, una NDC es el documento que cada país presenta ante la ONU en el marco del Acuerdo de París para definir cuánto reducirá sus emisiones y qué políticas aplicará para enfrentar el cambio climático. México, como todos los países firmantes, debe actualizarla para mostrar progresos y elevar su nivel de ambición.
En esta nueva versión, por primera vez, el país establece metas absolutas de emisiones para 2035, en lugar de porcentajes relativos. Este cambio permite medir de manera más precisa el avance y obliga a diseñar políticas más sólidas. Gómez resaltó que esta decisión “envía una señal inequívoca de que el país está dispuesto a avanzar hacia transformaciones estructurales”.
La NDC 3.0 también incorpora temas que antes no estaban presentes, como el reconocimiento explícito de pérdidas y daños asociados a eventos climáticos extremos, la inclusión de una política transversal basada en derechos humanos, perspectiva de género y transición justa, y un enfoque más profundo en torno al financiamiento, las capacidades institucionales y la tecnología que será necesaria para cumplir las metas.
Para Gómez, esta ampliación temática “refleja una visión moderna e integral, donde la acción climática deja de ser un esfuerzo aislado y se convierte en una verdadera política de Estado”. La actualización además articula instrumentos nacionales como la Estrategia Nacional de Cambio Climático, la Ley General de Cambio Climático, la Política de Transición Energética y el futuro Programa Especial de Cambio Climático 2026–2030, lo que obliga a una coordinación mucho más estrecha entre SEMARNAT, SENER, Hacienda, Agricultura, estados y municipios.
Uno de los avances más relevantes es la incorporación explícita de la bioenergía y el biogás como herramientas estratégicas para reducir emisiones, especialmente de metano, un gas con un impacto climático mucho más potente que el dióxido de carbono. La NDC 3.0 reconoce que México puede disminuir significativamente estas emisiones aprovechando residuos agrícolas, ganaderos, municipales y agroindustriales, transformándolos en energía renovable.
Según Gómez, “es la primera vez que vemos a la bioenergía ocupar un lugar tan claro dentro de la planificación climática nacional”, un paso que considera fundamental para impulsar el desarrollo de biodigestores, proyectos de biometano y esquemas de economía circular en distintos sectores productivos.
El documento destacó el potencial de la biodigestión en actividades agrícolas y ganaderas, el aprovechamiento de residuos municipales y lodos como fuentes para la producción de biogás y biometano, y la posibilidad de utilizar este último como sustituto de combustibles fósiles en la industria y el transporte, incluso a través de la modalidad Bio-GNC. También se contempla su futura integración en ductos y redes de gas natural, lo cual abriría un nuevo capítulo para la diversificación energética del país.
La implementación de esta visión, sin embargo, no estará exenta de desafíos. Gómez advirtió que será indispensable fortalecer los sistemas de medición, reporte y verificación de emisiones, particularmente de metano, y asegurar el acceso a financiamiento climático y a tecnologías avanzadas.
También será importante lograr una coordinación institucional mucho más fluida entre los distintos niveles de gobierno. No obstante, las oportunidades que se abren son igualmente relevantes: la NDC 3.0 podría acelerar la discusión de una Ley de Biocombustibles, facilitar nuevos mecanismos de inversión verde y permitir la expansión de proyectos estatales e intermunicipales de economía circular que hasta ahora se encontraban limitados.
En su mensaje final, el CEO de G2H destacó que la NDC “envía una señal clara de que la bioenergía será parte estructural de la ruta climática de México”. Consideró que el biogás, desde los sistemas rurales hasta la inyección en red, jugará un papel decisivo en la reducción del metano, en el fortalecimiento de comunidades y en la construcción de una transición energética verdaderamente justa. Para el sector, concluyó, se trata de una “ventana histórica de alineación regulatoria, tecnológica y financiera” que no se debería desaprovechar.














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