La transición energética en América Latina es un proceso complejo, marcado por la necesidad de equilibrar el desarrollo económico con la sostenibilidad ambiental. A diferencia de países más desarrollados, la región enfrenta significativos desafíos debido a las condiciones geográficas y socioeconómicas. En este contexto, el gas licuado de petróleo (GLP) se perfila como una alternativa eficiente y accesible, especialmente en el sector automotriz.
En conversación con Surtidores Latam, Fabricio Duarte, director ejecutivo de la Asociación Internacional de Gas Licuado de Petróleo (AIGLP), explicó por qué este combustible es fundamental para América Latina y cómo países como Perú han logrado avances en su implementación.
Duarte enfatizó que acelerar cambios siguiendo modelos extranjeros puede resultar contraproducente. En Perú, donde coexisten tres regiones geográficas diferenciadas, costa, sierra y selva, cada una requiere su propia estrategia energética. Adoptar modelos apresurados podría llevar a un retorno a combustibles más contaminantes, afectando tanto al medio ambiente como a la salud pública.
«La transición energética no es simplemente dejar de usar combustibles fósiles», señaló, «se trata de avanzar hacia una matriz energética más limpia, equitativa y sostenible, que garantice un suministro estable y confiable para todos», agregó Duarte.
En este sentido, en el sector automotriz, el GLP ofrece ventajas competitivas frente a otros combustibles, como el gas natural comprimido (GNC). Perú se ha convertido en un referente en el uso de GLP automotor. «El autogas peruano es considerado un modelo a seguir en Europa y Asia”, sostuvo.
El país cuenta con una sólida regulación y una red de Estaciones de Servicio que cubre todo su territorio. Esto ha permitido un crecimiento anual del 1-2% en el consumo, impulsado principalmente por el autogas. «Perú ha desarrollado un marco regulatorio robusto que es ahora una referencia internacional», expresó Duarte.
Por otro lado, Argentina se presenta como un caso particular en la región: es el único país autosuficiente en GLP, mientras que otras naciones como Brasil, Chile y México dependen en mayor o menor medida de las importaciones.
Sin embargo, Duarte advirtió sobre los desafíos regulatorios, ya que una mala planificación estatal, podría desalentar la inversión privada. «La apuesta en infraestructura, como terminales de almacenamiento, son costosas y requieren seguridad jurídica y regulatoria.»
En última instancia el especialista, enfatizó en la importancia de diseñar estrategias adaptadas a cada país, teniendo en cuenta la realidad local. La clave, según él, es promover la economía sostenible asegurando un suministro de GLP seguro, accesible y equitativo.
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