La conexión entre la política y la energía es particularmente evidente en Venezuela, un país cuya economía ha dependido históricamente del petróleo. En el año 2000, produciendo entre 2.9 y 3 millones de barriles de crudo diarios, el país lograba satisfacer tanto la demanda interna como las exportaciones gracias a un robusto sistema de refinación. Sin embargo, en 2023, esa producción cayó dramáticamente a 783 mil barriles diarios, una disminución atribuida a la falta de inversión y sanciones internacionales.
Este 10 de enero, Venezuela enfrenta un momento bisagra en su historia reciente. La inauguración de un nuevo período presidencial, que debería ser un acto protocolar de transición democrática, llega cargado de tensión e incertidumbre. Tanto Nicolás Maduro, proclamado ganador por el Consejo Nacional Electoral (CNE), como Edmundo González Urrutia, quien también se arroga la presidencia, aseguran que asumirán el poder. Esta dualidad no solo polariza la política del país, sino que también amplifica los desafíos en sectores clave como el de los hidrocarburos.
En conversación con Surtidores Latam, Daniel Añón, secretario permanente de la Comisión Latinoamericana de Empresarios de Combustibles (CLAEC) señaló que en otro tiempo, Venezuela fue sinónimo de abundancia petrolera. Su producción de crudo, sustentada por empresas como Maraven, Lagoven y Corpoven, no sólo garantizaban el abastecimiento interno, sino que también posicionaban al país como un actor en el mercado global del combustible.
Hoy, esa realidad está lejana, ya que la crisis política y económica ha devastado la industria, provocando una caída abrupta en la producción y el consumo interno. La gasolina, que alguna vez fue tan barata que parecía inagotable, ha perdido su carácter simbólico de accesibilidad.
Actualmente, las Estaciones de Servicio sobreviven en un contexto adverso. La expropiación de expendedoras y camiones, junto con la ausencia de un marco regulatorio eficaz, ha llevado a un sistema disfuncional en el que los ingresos no cubren los costos operativos.
“Lo que alguna vez fue un sistema pujante, hoy está paralizado. Sería vital que Venezuela regularizara su situación política para reactivar su industria”, sostuvo Añon.
En este sentido, esta crisis venezolana trasciende sus fronteras. Históricamente, el país desempeñó un papel destacado en la integración regional a través de organismos como la CLAEC. La desaparición de Venezuela como un socio activo en el sector ha dejado un vacío que afecta la cooperación y el intercambio entre Estaciones de Servicio en América Latina.
“Venezuela solía ser un referente en congresos regionales. Hoy, su ausencia refleja la magnitud de su crisis. Sería importante que los puntos de carga volvieran a tomar protagonismo y que se reconozca su rol como motor económico y social”, concluyó Añón.
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