En una reciente visita a Perú, en donde se presentaron cuestiones relacionadas con la transición energética, Fabrício Duarte, Director Ejecutivo de la Asociación Iberoamericana de Gas Licuado de Petróleo (AIGLP), compartió a Surtidores Latam sus reflexiones sobre el papel del Gas Licuado de Petróleo (GLP) en Latinoamérica.

Durante su estadía, Duarte participó en discusiones sobre el proyecto de ley N° 679, que aborda la masificación del uso del gas natural en el país. En este contexto, señaló: «Es evidente que Perú está comprometido en expandir su infraestructura de gas natural como parte de su transición energética. Esta iniciativa es loable, pero no puede ser vista como la única solución viable».

Para el especialista, un combustible adecuado para la transición energética debe cumplir con una serie de características esenciales. Entre ellas, destacó la importancia de ser ambientalmente amigable, seguro en su manejo y almacenamiento, confiable en su suministro y económicamente viable.“Debe ser un combustible que minimice el riesgo de accidentes y daños a la salud humana y al medio ambiente, además, debe garantizar la estabilidad energética; ser adaptable, económicamente viable en términos de costo de producción, distribución y uso”, relató.

En este sentido, Duarte enfatizó que el GLP posee características como limpieza, accesibilidad, seguridad, portabilidad, capilaridad y versatilidad, que lo posicionan como una alternativa eficaz para reducir la dependencia de los combustibles fósiles y promover una matriz energética más sostenible e inclusiva, en América Latina.

«Es fundamental que los gobiernos de la región reconozcan la importancia del GLP como una herramienta eficaz y favorable en la promoción de una transición energética justa e inclusiva», afirmó el mismo. 

Asimismo, insistió en la necesidad de políticas públicas eficientes y bien dirigidas que amplíen el acceso a la energía y garanticen su sostenibilidad y accesibilidad financiera.

En última instancia, Duarte hizo un llamado a adoptar un enfoque inclusivo y programático, reconociendo la complejidad de las realidades locales, buscando soluciones adaptables y sostenibles a largo plazo. «Solo así podremos construir un futuro energético más justo y resiliente para todos«, concluyó.