La desregulación del autoservicio en Estaciones de Servicio en Argentina impulsa una transformación. El foco pasa del vehículo a la experiencia del automovilista.

Gaston Favereau es Managing Director de ATIO Internacional

Argentina.
1 Jul, 2025
Opinión Del auto al automovilista: una nueva era para las Estaciones de Servicio en Argentina
La desregulación del autoservicio de combustibles no es una decisión aislada sino el primer paso para transformar un modelo estancado durante más de dos décadas. Las estaciones de servicio deben adaptarse a un nuevo paradigma donde el protagonista ya no es el vehículo, sino quien lo conduce.

(*) Por Gastón Favereau

La desregulación del autoservicio es mucho más que la revisión de una norma: es el punto de partida para liberar una transformación que en gran parte del mundo ya se consolidó, y que en nuestro país estuvo postergada por más de veinte años. Esa afirmación sintetiza una visión que cada vez cobra más fuerza entre los actores del sector energético argentino. No se trata simplemente de habilitar al consumidor para que cargue su propio tanque. Se trata de un cambio de era, de una reconfiguración profunda de la experiencia de paso por la Estación de Servicio.

Durante décadas, las estaciones argentinas funcionaron como verdaderos centros de atención para el automóvil. Lavaderos, gomerías, mecánica ligera, venta de mapas y accesorios, e incluso restaurantes en rutas, formaban parte del ecosistema habitual. Irónicamente, lo que menos se ofrecía eran productos de almacén. Pero ese modelo fue cediendo ante los cambios tecnológicos, de consumo y de regulación. Algunos servicios dejaron de ser necesarios porque los autos modernos ya casi no requieren mantenimiento frecuente ni sufren desperfectos menores como pinchaduras. Otros desaparecieron porque las condiciones económicas y regulatorias no acompañaron el crecimiento ni la diversificación.

A comienzos del siglo XXI, Argentina optó por frenar la evolución de este formato. En lugar de proteger a quienes brindaban servicios o a las pequeñas empresas proveedoras, se conservó un esquema centrado en la figura del playero como símbolo de empleo tradicional. Sin embargo, ese esquema no logró evitar la pérdida de puestos de trabajo ni facilitar la generación de nuevas oportunidades de valor. Lo que en su momento se presentó como una defensa del empleo, terminó inmovilizando un sector que, en otras partes del mundo, evolucionaba con velocidad.

Hoy, el contexto es otro. Los autos consumen menos y se rompen menos. Pero las personas que los manejan exigen más: soluciones más rápidas, más cómodas, más diversas. Y ahí emerge el verdadero cambio de paradigma: dejar de pensar en servicios para el auto, y empezar a diseñar experiencias para el automovilista. En ese marco, la estación de servicio deja de ser un destino exclusivo para cargar combustible y se convierte en un espacio multifunción.

Tiendas modernas, cadenas de comida rápida, farmacias, lockers para comercio electrónico, cafés “drive through”, suscripciones de productos: la oferta se amplía y se adapta al nuevo perfil del consumidor. El combustible pasa a ser la excusa, no el objetivo central. De hecho, muchas veces el conductor carga nafta o gasoil porque ya se encontraba en la estación por otro motivo. En este nuevo ecosistema, la rentabilidad depende cada vez más de los productos y servicios complementarios.

Pero para sostener esa lógica, se necesita tecnología. Y ahí aparece una de las grandes debilidades del sistema actual. Muchas Estaciones de Servicio en Argentina operan con software desactualizado, sin posibilidad de integrarse a aplicaciones móviles, sin trazabilidad en tiempo real ni capacidad para administrar de forma dinámica sus recursos. Esa obsolescencia digital limita las posibilidades de transformación y vuelve más costoso el proceso de reconversión.

Cambiar no será sencillo. Requiere inversiones, capacitación, actualización normativa y una visión estratégica orientada al largo plazo. Pero las condiciones están dadas: existen proveedores locales con experiencia, redes dispuestas a evolucionar, usuarios con hábitos digitales incorporados y, por primera vez en mucho tiempo, un marco regulatorio que deja de frenar la innovación.

En definitiva, la desregulación no significa únicamente habilitar el autoservicio. Representa la liberación de un sector que llevaba un cuarto de siglo en pausa. Y habilita, por fin, el tránsito hacia un modelo donde el centro ya no es el vehículo, sino la persona que lo conduce. Bienvenido el cambio.

 (*) Gaston Favereau es Managing Director de ATIO Internacional y cofounder in ATIONET, empresa que se dedica específicamente a satisfacer las necesidades de automatización del sector oil&gas.

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