En México se presentan dos tipos de fenómenos en el territorio, uno que se llama subsidencia, que es el hundimiento generalizado del terreno y el otro es el fracturamiento del subsuelo, lo cual se ha vuelto muy común en varias partes del mundo, especialmente en grandes ciudades como la Ciudad de México.
Las tuberías de agua, drenaje y gas de las Estaciones de Servicio que están en estas áreas frágiles, han sido afectadas por estos sucesos.
Isaias Romero, Director General de Consorcio DCP Ingeniería en conversación con Surtidores Latam señaló que esto es consecuencia de la combinación de la extracción excesiva de aguas subterráneas y la construcción de edificios en sitios no adecuados, aunado a la presencia de los suelos blandos que existen en varias partes.
“Ambos fenómenos pueden causar desastres tan severos como los que ocasionan los sismos, las inundaciones y las erupciones volcánicas, debido en gran parte a la degradación de la estructura urbana, que generalmente muestra daños graves y de seguridad para los habitantes a mediano y largo plazo”, relató.
Normalmente en México se extrae agua entre 300 y 350 metros de profundidad, lo cual tiene fuertes consecuencias siendo la principal el hundimiento que está sufriendo la capital. A partir de 1950 la Ciudad de México empezó a hundirse de 5 a 10 centímetros por año, pero conforme avanzó el crecimiento de la población, la cifra aumentó de 50 a 60 centímetros.
A todo esto tenemos que agregar que en los últimos años se han presentado microsismos. “Estos se originan por fallas en el subsuelo geológico, que van desde 1.5 a 3 kilómetros de profundidad. Este año entre el 10 y 16 de mayo se registraron 25 temblores de los cuales 22 tuvieron un epicentro en la zona de Lomas, es decir, en el subsuelo rocoso duro, lo cual ya es preocupante, puesto que conlleva más riesgos”.
Romero, declaró que se ha observado un incremento en el cambio de tuberías rígidas de fibra de vidrio utilizadas para ventilación y recuperación de vapores. Esto al tener hundimientos en promedio de 30 a 60 centímetros, tanto las botas de dispensarios y tanques tienden a fracturarse, hasta que finalmente colapsan los contenedores.
“En 1992 Pemex implementó acertadamente los sistemas de doble contención o doble pared en tanques y tuberías que se empezaron a utilizar en nuestro país. Para 1997 los funcionarios de la Administración de la Ciudad de México decidieron que para contar con mayor protección al subsuelo, era necesario construir un tercer contenedor de concreto, al cual se tenía que rellenar con arena. Las consecuencias de esta política carente de estudios científicos y técnicos generó un sobrepeso al subsuelo provocando grandes daños”, explicó.
Según Romero, el Estado debería destinar fondos para apoyar la solución a una política fallida en este sector y que al ser una imposición para dar los permisos y funcionamiento de estos negocios, son los responsables directos de esta catástrofe.
“Recordemos que un litro de gasolina, sobre todo cuando es oxigenada con MTBE, derramada al subsuelo inutiliza un millón de litros de agua potable”, sostuvo el experto.
Esto cuando se combina con la rotura de tuberías de agua potable, de drenaje, obviamente aumenta el riesgo de una tragedia. “Hoy el gobierno debería instalar más equipos en el área para continuar con los estudios de los temblores que se han concentrado de la Ciudad de México y sobre todo también de la falla de San Andrés, que es todas las costas que tenemos hacia el Pacífico”, finalizó.
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