En medio de la transición energética que vive el mundo, los biocombustibles se han convertido en una pieza clave para reducir las emisiones de gases contaminantes, diversificar las fuentes de energía y disminuir la dependencia de los combustibles fósiles. En Colombia, este tipo de energéticos tiene más de dos décadas de presencia normativa, pero aún enfrenta barreras estructurales, climáticas y de mercado que limitan su expansión.
Andrea Marcela Cabrejo, Gerente de Gestión Estratégica y de Negocios de Dispetrocom, conversó con Surtidores LATAM y afirmó que “el país y el mundo tienen la necesidad de desarrollar masivamente biocombustibles”.
Asimismo reconoció que si bien en Colombia existe desde hace unos 20 años una regulación que promueve la mezcla de biocombustibles con combustibles fósiles, su implementación se ve condicionada por varios factores, entre ellos la infraestructura industrial y las condiciones climáticas.
“Dependemos del sector industrial del país, dependemos de los problemas climatológicos, del fenómeno del Niño, del fenómeno de la Niña, de la sequía en algunas partes y de las inundaciones en otras”, explicó Cabrejo, quien agregó que el modelo de monocultivo alrededor de la palma aceitera, principal insumo del biodiésel en Colombia, también representa un desafío a la sostenibilidad de la producción.
Actualmente, el biodiésel de palma es el componente que se mezcla con el ACPM (diésel fósil) en el país, en una proporción que ronda el 10%. Cabrejo señaló que el objetivo es que, con el desarrollo de nuevas tecnologías, la mezcla con biomasa aumente gradualmente y así se logre reducir el impacto ambiental de los combustibles líquidos que hoy abastecen al transporte y la industria.
En ese sentido, la especialista resaltó la importancia de diversificar la matriz energética nacional: “Tenemos que desarrollar más biocombustibles con una matriz mucho más diversificada a través de fuentes primarias, secundarias, terciarias y de cuarta generación incluso, para garantizar la disponibilidad en el mercado”.
Uno de los retos que enfrenta este proceso es que muchas de las maquinarias y equipos utilizados en el país están diseñados para operar con combustibles líquidos. Por eso, Cabrejo remarcó que la transición no significa un abandono inmediato de estos, sino una transformación progresiva hacia líquidos de origen renovable: “En el futuro seguirán consumiendo combustibles líquidos, pero la idea es que sean de origen de biomasa, no fósil”.
Pese a las dificultades, hay una visión optimista respecto al papel que pueden desempeñar los biocombustibles en la reducción de emisiones y en la construcción de un sistema energético más sostenible. La implementación de políticas públicas que incentiven su producción, la inversión en tecnología, y una mayor articulación con el sector agrícola serán fundamentales para lograrlo. Finalmente, reiteró que el avance hacia energéticos alternativos es una meta global que debe traducirse en acciones concretas desde lo local: “Es un reto general”, concluyó Cabrejo.
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