La región se encuentra en una coyuntura estratégica para liderar una transformación energética sin precedentes: la implementación del hidrógeno verde como combustible para la movilidad del futuro. Esta alternativa limpia y renovable, producida a partir de fuentes como la energía solar e hidroeléctrica, comienza a ganar terreno no solo en la generación energética, sino también en la industria automotriz, el transporte de carga y la infraestructura de abastecimiento.
Uno de los países que ha captado la atención internacional es Paraguay, cuya matriz eléctrica es abastecida en un 100% por fuentes renovables. Este logro fue destacado recientemente por el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Ilan Goldfajn, quien remarcó que el país “tiene la opción de exportar hidrógeno verde, además de generar electricidad para sus ciudadanos”.
Asimismo, la empresa HIF Global, que ya tiene desarrollos en Chile y planea la instalación de una planta en Paysandú, Uruguay, dio un paso firme al firmar un acuerdo preliminar con Mabanaft, proveedor global de soluciones energéticas. Este acuerdo contempla la compra y venta de 100.000 toneladas anuales de e-metanol, un combustible sintético derivado del hidrógeno verde, destinado a usos marítimos e industriales.
Este tipo de desarrollos refuerzan el papel de América Latina como proveedor global de e-combustibles, cuyo mercado se espera supere las 250 millones de toneladas anuales para 2035. HIF proyecta una producción de más de 15 millones de toneladas por año en su red global, y Latinoamérica ya está en el centro de esa estrategia.
Por otro lado, en el norte del continente, México también se prepara para una revolución verde. Israel Hurtado, presidente y fundador de la Asociación Mexicana de Hidrógeno, destacó que esta tecnología será “clave para la sustitución de tecnologías en vehículos”, permitiendo reemplazar autos, autobuses y camiones que hoy dependen del diésel y la gasolina.
Cabe destacar que ya se han puesto en marcha proyectos piloto de electrolineras e hidrogeneras. Las primeras utilizan hidrógeno verde para generar electricidad y abastecer vehículos eléctricos, mientras que las segundas ofrecen hidrógeno comprimido directamente a automóviles con celdas de combustible. Aunque estas estaciones aún están en fase experimental, se espera que con el avance tecnológico y la inversión pública y privada, se conviertan en una pieza esencial de la infraestructura vial mexicana.
La región se encuentra en un momento especial, como afirmó Goldfajn, y depende de la articulación entre gobiernos, empresas y organismos multilaterales para aprovechar este impulso.
Más allá de las cifras y los acuerdos, el desarrollo del hidrógeno verde representa una decisión de futuro, tanto económico como ambiental. Una apuesta por tecnologías limpias que pueden transformar desde la logística hasta el transporte urbano, posicionando a América Latina como una potencia energética del siglo XXI.
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