A raíz de los dos últimos acontecimientos de rotura y derrame de petróleo, por daños en el oleoducto de ANCAP, construido en 1978 y considerado un activo crítico en el que se transporta todo el crudo que se refina en el país, desde la zona de José Ignacio hasta la refinería La Teja, la petrolera estatal dio a conocer una serie de detalles e informes sobre las características de su trazado desde el departamento fernandino hasta la capital.
Según informa ANCAP, desde 1997 está en vigencia el denominado “Plan de Contingencias ante derrames de hidrocarburos”, que precisamente dicta una serie de indicaciones de cómo actuar en estos casos.
GRUPO DE RESPUESTA
En este sentido, las recomendaciones incluyen la conformación de un grupo de respuesta a derrames en régimen de guardia domiciliaria rotativa, integrado por personal a la orden, perteneciente a las áreas de Medio Ambiente, Seguridad Industrial, Mantenimiento de Refinería y Flota, que tiene la función de atender las contingencias y participar en las acciones de respuesta en cualquier momento que estas ocurran.
Más allá de este procedimiento, que incluye la conformación de un grupo de respuesta en régimen de guardia domiciliaria rotativa, la petrolera reveló que se realizan múltiples tareas para lograr la confiabilidad de los ductos, a través de recorridas diarias de las trazas, inspección de cámaras, control del sistema de protección catódica, pasaje de scrappers (chanchos) de limpieza, así como pasaje de herramientas inteligentes para la detección de posibles pérdidas de espesor internas y externas.
MATERIALES
“El oleoducto está compuesto por una cañería de 16 pulgadas de diámetro, 6.35 mm de espesor nominal y 168 km de longitud, construido en acero al carbono API 5L X46; su revestimiento exterior anticorrosivo asfáltico NACE T-2H y su protección catódica por corriente impresa mediante 9 rectificadores y postes de medición de potencial cada km a lo largo de toda la traza” informó ANCAP.
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